Juan Perón decía:
“La estabilidad es condición fundamental de toda Constitución,
pero ella no ha de ser tal que sufra en su perfectibilidad, que está en razón
directa a su evolución. La Constitución no puede ser artículo de museo, que
cuanto mayor sea su antigüedad mayor sea su mérito, y no podemos aceptar sin
desmedro que en la época de la navegación estratosférica, que nos permite
trasladarnos a Europa en un día, nosotros usemos una Constitución creada en la
época de las carretas, cuando para ir a Mendoza debíamos soportar un mes de
viaje”
¿Qué puedo agregarle a estas sabias
palabras de Perón? ¿Cuántos son los que refunfuñan por lo bajo cuando pedimos
reformar esta Constitución? Primero, por si alguno no lo entendió, Perón quería
avisarle al pueblo argentino, en un tono de lógica pura y estadista visión, que
si el derecho positivo no va de la mano con lo que quiere el pueblo, éste se
verá limitado y dominado por un orden jurídico añejo y caduco. No nos
olvidemos, esto es derecho, y cuando el derecho se cristaliza el único que
sufre es el pueblo.
La última reforma de 1994, año en que
nació quien escribe, ha sido una de las más profundas de toda nuestra historia
constitucional, recordemos que hasta ese momento regía la Constitución de 1853,
con las modificaciones introducidas en los años 1866, 1898 y 1957. Y
verdaderamente ha pasado mucho tiempo. Recordemos ese 1994, año en que esa
maldita enfermera llevaba del brazo a Maradona y destrozaba el corazón de todos
los argentinos. Recordemos el histórico Pacto de Olivos entre Menem y Alfonsín.
Recordemos el atentado a la AMIA. Analicemos el contexto socioeconómico, de una
movilidad social destrozada, con una deuda de 80.000 millones de dólares y la
desocupación del 12,5 %, en síntesis, el neoliberalismo gobernante en su máximo
esplendor.
Mirémonos hoy, septiembre de 2013, ¿Se
parece en algo a la realidad de 1994? Y la realidad, donde se encuentra la
única verdad, nos dice contundentemente que estamos viviendo tiempos
extremadamente distintos. Cuánta agua corrió bajo el puente en estos casi 20
años de democracia.
Es necesaria una reforma de la Constitución
Nacional, la cual debe orientarse a construir una Nación socialmente justa,
económicamente libre y políticamente soberana. Asegurar y garantizar los
derechos del trabajador, la familia, los ancianos, el derecho a la educación,
derecho a la propiedad y a la actividad económica. Es imperiosa una Constitución
de carácter Estadista y Nacionalista, como lo fue la Gloriosa Constitución de
1949, desde la cual se deberá reformar la que hoy en día tenemos. Es decir, el
paradigma debe ser el mismo: el Justicialismo.
Hace poco, y a raíz del fallo contra
la democratización de la justicia efectuada por la CSJ, el compañero Julio
Fernández Baraibar decía lo que muchos venimos pensando: esta Constitución es
GORILA, y todas las reformas de índole estructural que queramos hacerle al
Estado y al orden económico actual, se verán truncadas por el derecho positivo
que hoy tenemos y el cual nos limita
sentenciando la inconstitucionalidad.
Pensar en profundizar el modelo conserva
una esencia así de importante. Podremos quejarnos de Clarín, mirar 678 y todo
lo que queramos. El que quiera oír que oiga.
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