“La cristiandad tiene que hacerse de nuevo viva y eficaz, y formarse otra vez una Iglesia visible sin respetar las fronteras nacionales, que acoja en su seno a todas las almas sedientas de lo supra terrenal y se haga gustosa mediadora entre el viejo y el nuevo mundo”. Novalis.
Con esta frase del poeta alemán –de los preferidos de quien escribe- abriré camino esta oportunidad. Ya que en ella –en esta frase- encontraremos un deseo que hoy va camino a ser saciado. Ése, de una Iglesia indiscutiblemente humanista, caritativa y esencialmente peregrina.
Es el Papa Francisco quien lidera esa alternativa, tal vez poco acompañado por la curia, pero amado por los fieles de todos los rincones del planeta. Es de la mayor ceguera no reconocer a Francisco como el argentino más importante de todos los tiempos, aun cuando su pontificado apenas comience, porque ha revolucionado, como nadie, a la institución más antigua del mundo y que reúne a más de mil millones de creyentes.
La
Iglesia Católica ha cumplido una etapa de lucha doctrinaria, la mayor en varios
siglos. Lucha que acabó en el pontificado de Benedicto XVI y que hoy se
convierte en un proceso garantizador y confirmador de las ideas centrales del Santo
Evangelio. Esa lucha tuvo enemigos dentro y fuera de la Iglesia, con lobistas
de por medio y varias fluctuaciones sociales. Fue el Papa emérito un gran
instrumento mediador, alguien que calmó las aguas en la curia y reordenó a la
Iglesia. Hay que reconocer a Benedicto XVI como un enorme Papa, ya que sus
intentos de unificar al cristianismo bajo la misma esfera han dado sus frutos,
sobre todo en países del Medio Oriente, donde varias corrientes cristianas han
aceptado al Papa, y al Vaticano, como sede central del cristianismo a nivel
mundial. Y por consiguiente pasaron a formar parte de la Iglesia Católica.
La
difícil empresa de liderar tal corriente filosófica, la más grande de todas, ha
llevado al emérito Benedicto a abandonar el barco, dejando un legado distinto
al que tuvo que afrontar él mismo, allá por 2005. Pues el espiritualismo “new
age” ha tomado parte en el seno social, convirtiéndose en un obstáculo entre
Dios y la gente. Las Sectas, los gurúes y demás líderes de micro religiones
espiritualistas, de matriz budista, han aflojado la cadena entre la sociedad y
la Iglesia. Es a ello, a lo que nuestro querido Benedicto XVI ha tenido que
hacer frente, mirando de reojo la corrupción en la curia, y lidiando con los
infaltables lobistas.
Amén
de todo, el emérito Sumo Pontífice supo arreglarse, con su perfil bajo, y hasta
dejar su lucha, para darle lugar a un hombre excepcional.
En
poco tiempo, Francisco ha de convertirse en un transformador sin igual, con un
liderazgo atípico para la Iglesia, un político de pies a cabeza. Y… ¿Alguien
puede dudarlo? Peronista hasta los huesos.
El
exhorto Evangelii Gaudium es una muestra cabal del lineamiento histórico de
nuestro querido Francisco, que no es otro que el de Jesucristo de Nazaret. Y es
en éste exhorto, donde el nuevo Papa resume la lucha en la que se han
encontrado los anteriores pontífices, para finalmente abrir paso a algo nuevo,
con los mismos enemigos, pero con ideas renovadoras:
“La
fe católica de muchos pueblos se enfrenta hoy con el desafío de la
proliferación de nuevos movimientos religiosos, algunos tendientes al
fundamentalismo y otros que parecen proponer una espiritualidad sin Dios. Esto
es, por una parte, el resultado de una reacción humana frente a la sociedad
materialista, consumista e individualista y, por otra parte, un aprovechamiento
de las carencias de la población que vive en las periferias y zonas empobrecidas,
que sobrevive en medio de grandes dolores humanos y busca soluciones inmediatas
para sus necesidades. Estos movimientos religiosos, que se caracterizan por su
sutil penetración, vienen a llenar, dentro del individualismo imperante, un
vacío dejado por el racionalismo secularista. Además, es necesario que
reconozcamos que, si parte de nuestro pueblo bautizado no experimenta su
pertenencia a la Iglesia, se debe también a la existencia de unas estructuras y
a un clima poco acogedores en algunas de nuestras parroquias y comunidades, o a
una actitud burocrática para dar respuesta a los problemas, simples o
complejos, de la vida de nuestros pueblos. En muchas partes hay un predominio
de lo administrativo sobre lo pastoral, así como una sacramentalización sin otras
formas de evangelización”.
“El
proceso de secularización tiende a reducir la fe y la Iglesia al ámbito de lo
privado y de lo íntimo. Además, al negar toda trascendencia, ha producido una
creciente deformación ética, un debilitamiento del sentido del pecado personal
y social y un progresivo aumento del relativismo, que ocasionan una
desorientación generalizada, especialmente en la etapa de la adolescencia y la
juventud, tan vulnerable a los cambios. Como bien indican los Obispos de
Estados Unidos de América, mientras la Iglesia insiste en la existencia de
normas morales objetivas, válidas para todos, «hay quienes presentan esta
enseñanza como injusta, esto es, como opuesta a los derechos humanos básicos.
Tales alegatos suelen provenir de una forma de relativismo moral que está
unida, no sin inconsistencia, a una creencia en los derechos absolutos de los
individuos. En este punto de vista se percibe a la Iglesia como si promoviera
un prejuicio particular y como si interfiriera con la libertad individual». Vivimos
en una sociedad de la información que nos satura indiscriminadamente de datos,
todos en el mismo nivel, y termina llevándonos a una tremenda superficialidad a
la hora de plantear las cuestiones morales. Por consiguiente, se vuelve
necesaria una educación que enseñe a pensar críticamente y que ofrezca un
camino de maduración en valores”.
http://www.vatican.va/holy_father/francesco/apost_exhortations/documents/papa-francesco_esortazione-ap_20131124_evangelii-gaudium_sp.html
Estas
palabras generan una ilusión sin precedentes. Pues un Papa que piense así es
garantía de acción peregrina e ínfimamente evangelizadora, de una Iglesia que
por nuestros pagos es criticada -ya sabemos por quién y porqué- y que vuelve a
meterse en las entrañas de una sociedad inundada de pensamientos acéfalos a
Dios, y dependiente de la globalización y el relativismo moral.
Que
nadie se enoje, esto no es una apoteosis del Papa, es un humilde reconocimiento
a su liderazgo, a su sabiduría y comprensión de los hechos históricos y
contemporáneos.
Francisco
ha venido no solo a cambiar la Iglesia, ha venido a cambiar el mundo.
“La
Iglesia tiene que ser el lugar de la misericordia gratuita, donde todo el mundo
pueda sentirse acogido, amado, perdonado y alentado a vivir según la vida buena
del Evangelio”. Francisco.